MEDIACIÓN ESCOLAR.

Hace un tiempo tuve la oportunidad de hacer una mediación entre dos alumnas de un instituto de secundaria. Me llamó la directora. Las alumnas, Paula y Joana (nombres figurados), se agredían y se insultaban. Una de ellas parecía encabezar un grupo de chicas adolescentes a punto de descontrolarse. Tenían 15 años.

Años atrás quizás hubiera insistido en hacer entrevistas individuales, o trabajar con el grupo apelando a los valores, o hubiera llamado a los padres. Pero en aquel momento ya conocía y dominaba una herramienta muy poderosa: La mediación. Propuse al instituto una mediación fuera de las aulas. Los profesores y las dos alumnas aceptaron. Así que un profesor acompañaba a las alumnas a mi despacho todos los miércoles, y hacíamos una sesión de mediación.

Los primeros tanteos podrían haber desanimado a cualquier profano, dada la cantidad de mala leche que se respiraba entre ellas. Pero me sirvieron para tener una información valiosísima del conflicto. Lo más sorprendente eran los motivos por los cuales las dos alumnas se odiaban a muerte: una no soportaba que la otra la mirase. La otra, en apariencia la más débil, no estaba dispuesta a dejar de mirar lo que le viniera en gana. En definitiva: dos adolescentes en competencia, rebosando hormonas, marcando territorio, dispuestas a matarse por una estupidez.

La mediación permite algo que no tienen otras técnicas: Permite escuchar al otro y replicar y contrareplicar las veces que haga falta, con la seguridad de que nadie va a partirte la cara a mitad de tu argumentación. Permite también conocer al otro como nunca antes lo habías conocido, aceptar la equivalencia de sus intereses, reconocer que quizás esa persona que llora, Joana, lo hace por cosas parecidas a las que a ti te hacen llorar. Quizás es un ser humano y no un saco de carne al que hay que dar patadas en la cara hasta que reviente.

La mediación fue un éxito. Firmaron un pacto de no agresión y se dieron la mano. El resultado me asombró a mí, que no suelo tirar cohetes fácilmente y siempre pongo un "pero" escéptico a cualquier cosa con pretensiones de panacea.

Paula y Joana, desde ese momento y en los cursos siguientes, levantaron el hacha de guerra. No fueron nunca amigas, que yo sepa, pero no volvieron a agredirse, ni lo hicieron con otras compañeras, al menos con la violencia que habían demostrado hasta ese momento.

¿Un milagro? Ni mucho menos. Algo más modesto que un milagro, aunque más difícil de conseguir: Paula y Joana habían dejado de ser unas desconocidas. La mediación las presentó. Se habían reído y habían llorado juntas. En definitiva, habían intimado. Estoy seguro que eso es lo que hacía que la mirada de Joana ya no fuera desafiante. Al menos había dejado de serlo para Paula. Cuando Joana la miraba, se disparaba en su mente un reconocimiento hacía su persona que contrarrestaba el deseo de agredirla. Algo mucho más fuerte que el pacto firmado, que al fin y al cabo sólo pretendía dar formalidad al acuerdo. Un pacto, además, que les ofrecía la oportunidad de presentarse a sus grupos respectivos con la cara bien alta y con prestigio. Las dos eran ganadoras.

También creo que fue un acierto hacer la mediación fuera del instituto. Mi despacho ofrecía una tierra de nadie, neutral, fuera del alcance intimidatorio e inquisidor del resto del grupo que siempre es exigente a la hora de pedir al líder que demuestre su poder.

El filósofo Peter Singer habla de la existencia de círculos morales (formados por los miembros de un mismo clan). Dentro del círculo, nuestros semejantes son blanco de la comprensión. Fuera de él se les trata como a una cosa inhumana, una roca o un pedazo de carne.

Sin lugar a dudas, Paula y Joana habían ensanchado sus círculos morales un poquito más.


Post extraído del blog El Educador Social en Alaska.



Y yo me pregunto: siendo la mediación, como acabamos de ver, uno de los papeles más importantes del Educador Social, ¿por qué me encuentro que es una tarea desempeñada en la mayoría de las veces por Trabajadores Sociales? ¿Cuántos Trabajadores puede haber en función de Educador? ¿En cuántos sitios se nos da voz y libertad para realizar todas nuestras funciones...?